Habitar una isla invisible
A mediados de octubre, tuvimos la oportunidad de conocer isla Bermejo, una de las tantas islas del majestuoso estuario de Bahía Blanca.
Participé como parte de la Residencia artística Isla Invisible, convocada por Ferrowhite (museo taller) y el Servicio de Guardaparques de la Reserva Natural Provincial de Uso Múltiple Bahía Blanca, Bahía Falsa y Bahía Verde. Durante 4 días pudimos habitar transitoriamente una porción de esta isla, una de las más grandes del estuario.
Partimos de Puerto Galván en la localidad de Ingeniero White para adentrarnos en la ría. Desde allí, hay pocos indicios para imaginar que a penas saliendo del puerto, la naturaleza del estuario se despliega inmensa detrás del imponente frente industrial, que deja poco espacio para imaginar el horizonte.
El Consorcio del Puerto, es un poderoso conglomerado de empresas del polo petroquímico, el puerto y la estructura del sistema agroexportador que funciona como una barrera casi infranqueable para acceder a las costas. Un bloqueo material y cultural, que parece haber borrado de la memoria de la comunidad bahiense la cercanía del mar.
Dicen que Bahía Blanca le da la espalda al mar. También dicen que Buenos Aires le da la espalda al río. Suena como una sospechosa coincidencia. Ambas ciudades-puerto, perdieron la experiencia de sus orillas para el uso público. Será porque no fue una pérdida, sino un arrebato. Un arrebato tan efectivo, como una amnesia geográfica, que borró la memoria de la vida compartida en los balnearios, en estas ciudades de río y de mar. Tanto es así, que su existencia parece salida de relatos fantásticos o de inventos del pasado.
A contrapelo de este sentido – del acostumbramiento a la pérdida de orillas y de mares – nos convocó el proyecto de Isla Invisible. Una invitación a recuperar experiencias vitales en esta naturaleza que resiste – cercana y distante – rodeada de entornos industriales y portuarios que parecen negar su existencia.
Navegar el estuario
Una larga navegación nos llevó al interior del estuario. Recorrimos los canales sinuosos que rodean las islas. Algunas, se asomaban casi como una línea verde rasante a nuestro paso, otras islas en cambio, mostraban en las orillas las infinitas cuevas de cangrejos cavadores. El movimiento de la mera transforma constantemente el paisaje ocultando o dejando ver porciones de estas tierras anegadas. Las gaviotas tenaces nos siguieron durante un largo trecho.
Mediando la travesía, se escuchó un aviso y el barco bajó la velocidad del motor. ¡ Delfines ! dijeron . Nuestras cabezas se movían sin saber para donde mirar. Veloces y danzantes ahí estaban, en pequeños grupos, los delfines que salieron a nuestro encuentro. Nos quedamos un largo rato, con los ojos enormes e incrédulos y las cámaras ansiosas tratando de retener de alguna manera el bello juego de los delfines.
Para llegar a la Isla Bermejo, fue necesario hacer un trasbordo a otra embarcación de menor calado, pues una de las características de este estuario es la presencia de enormes zonas de barro intermareal, que con marea alta, permite la navegación, pero tiene poco profundidad.
Está característica del área, produjo que muchas embarcaciones encallen, intentando llegar a la costa.
Con el sol comenzando a caer, arribamos a nuestra isla. Para desembarcar se improvisó un muelle en forma de cadena humana para descargar todo lo que haría posible la estadía. Carpas, mochilas, comida, equipos, bidones de agua, vigas de durmientes y hasta una puerta de heladera que, en el transcurso de los días siguientes, haría tanto las veces de intento de balsa, como tapa de compost.
Ocupar – instalarse – habitar
Lxs guardaparques determinaron los lugares para organizar el campamento, zona de carpas, baño seco, cocina y fogón. La incipiente comunidad que fuimos esos días, comenzó a funcionar.
¿cómo ocupar temporalmente este espacio, intentando que nuestra presencia impacte lo menos posible ? ¿cómo habitar esta naturaleza, siendo parte de ella?
La Isla Bermejo tuvo varios intentos de emprendimientos productivos, que introdujeron al ambiente ganado bovino, ovino, para su explotación comercial. Recorriendo algunos sectores de la isla, pudimos ver desde lejos, guanacos jóvenes que mantuvieron siempre una prudente distancia de nosotrxs. Otras especies, como los zorros, sólo dejaron ver sus rastros fugaces.
De estas iniciativas productivas, sólo quedan hoy restos de algunas pequeñas edificaciones. Pero cada emprendimiento humano deja su huella, que también pueden convertirse en una amenaza para el estuario como las ostras del Pacífico. Esta especie de molusco fue introducido en la región en la década del ‘80 con una iniciativa que no prosperó y dejó la cría de semillas (juveniles) sin control. Así comenzó un proceso que dispersó a las ostras por la costa del estuario. Esta propagación sin control, modifica el sustrato, solidificando los suelos donde el cangrejo cavador habita y se reproduce. La gaviota cangrejera se alimenta de este cangrejo único en su especie. La alteración de la delicada y precisa cadena amenaza la vida del estuario.
Dentro de sus actividades como guardaparque del estuario, Martín junto con otrxs compañerxs del grupo, realizaron tareas de extracción de ostras de la playa, para su estudio y medición. Buscando también maneras posibles de controlar el ciclo reproductivo de las ostar, que se expanden sin control por toda la región.
Dejarse estar
¿ Cuánto tiempo le lleva a nuestro cuerpo “llegar “ a un lugar ? ¿Cuántas cosas tienen que pasar para sentir que ya estamos ahí ? ¿ Será tiempo o serán intensidades ?
Acampar en la isla, fue por sobre todo una experiencia inmersiva de alta intensidad que, comenzó navegando el estuario, atravesando las aguas que nos llevaron a pisar el barro de la isla. Instalarse como mejor se pueda. Llegar. Intentar desactivar el tiempo vertiginoso de las ciudades, para sintonizar con el ritmo de este paisaje. Hacerse permeable. Dejarse estar.
La vida, en días y noches isleñas, fluía en múltiples direcciones. Conversaciones, saberes de unxs a otrxs, ¿ Qué ideas e intenciones nos trajeron a la isla ? Caminatas, rondas y hasta una clase de Karate, improvisada en la playa. Cocinar, lavar, aprender a usar el baño seco, hacer un fogón, mantenerlo encendido hasta que las últimas canciones dejaran de sonar.
Quienes compartimos este habitar transitorio en la Isla Bermejo, fuimos con algún objetivo – más preciso o más difuso – para desarrollar allí. Hubo escritura, lectura, registros fotográfico y de video, cartografías, teñido con de tintes naturales , acciones e instalaciones efímeras en el paisaje, escucha profunda y captura del paisaje sonoro. Maneras sensibles de acercarse a una lugar desconocido, formas de estar ahí, resonando con la isla. Intentos amorosos de generar -maneras otras- de ocupar colectivamente un lugar.
Tercera edición de “Isla Invisible” 11 al 14 de Octubre de 2019
Participaron: Carolina Andreetti, Juliana Baez, Javier Barrio, Florencia Fiorini, Agustín Guaraz, Luciana Guizzeti, Eduardo Martins Cunha, Valeria Mussio, Francisco Panissoni, Leonardo Perrota, Fernando Sanchez, Sergio Smith , Juan Vargas, Julieta Zubiri, Carlos Mux, Ariadna Mamani, Silvana Giunchiglia, Pepi Amodeo.
Martín Sotelo: Guardaparque de la Reserva Bahía Blanca, Bahía Falsa, Bahía Verde
Agustín Rodríguez: Coordinador de Isla Invisible / FerroWhite (museo taller) https://islainvisible.wordpress.com
Fotografias : Agustín Feijoo (Lanchas del Sur), Javier Barrio, Leonardo Perrota, Fernando Sanchez, Sergio Bosi Smith , Silvana Giunchiglia. y Carolina Andreetti
Texto: Carolina Andreetti. Expediciones a Puerto Piojo / Colectivo Ribereño.